9 juliol 2007
Norbert Bilbeny (La Vanguardia)

Enseñar la responsabilidad en clase

En Norbert Bilbeny, des de la seva secció "Consultorio atípico" de La Vanguardia, respon la consulta d'una mestra que planteja la dificultat d'ensenyar la responsabilitat avui, quan "ningú no es compromet amb ningú".

Como maestra tengo que enseñar la responsabilidad, ¿cómo hacerlo, si nadie se compromete hoy con nadie? M.ª ANTONIA AGUILAR Barcelona

Es verdad: si fuera del aula cada uno mira sólo por él, ¿por qué empeñarnos en enseñar la responsabilidad? O peor: ¿es posible enseñarla en estas condiciones? Pues no todos nos comportamos con ética ni queremos mejorar. Y, menos aún, admitimos nuestros errores y pedimos disculpas. En cambio, ser responsable es hacerse cargo y dar cuenta. Rendir cuentas, la muy aplaudida pero poco practicada accountability, es especialmente exigible a los políticos.

A mi parecer, al profesorado le pueden ocurrir tres cosas que le llenan de desánimo frente a la tarea de educar para la ciudadanía y la conducta responsable. Una es no tener el apoyo de su centro y compañeros. Otra es no creer personalmente en esta clase de educación. Pero la tercera, quizás la más habitual, es que aunque crea en ella y reciba el apoyo del claustro, su pesimismo respecto de la sociedad le quite las ganas de enseñar como desearía.

A lo cual hay que contestar que es precisamente porque la responsabilidad anda tan escasa que los educadores tienen que tomársela en serio y no flaquear, sin dejarse llevar por el dictado de los hechos y las coartadas supuestamente realistas que nunca nos permitirían avanzar. Tampoco, así, enseñaríamos lengua y matemáticas, visto que la gente alrededor va perdiendo competencias verbales e inteligencia abstracta y parece que ello nos importa poco. Pero justo está el sistema escolar para contrarrestar esta involución de la especie que ni internet detiene. Si el maestro pensara “eso no vale la pena enseñarlo, porque fuera de la escuela casi nadie lo valora”, equivaldría a poner la carreta ante los bueyes, y no al revés. Se da por descontado, pues, que la escuela debe enseñar la responsabilidad a los jóvenes, pese a lo que suceda alrededor.

No obstante, algunos creen que la responsabilidad no es enseñable. No es, dicen, una asignatura más, y si lo fuera, en la práctica su valor sería escaso, al no bastar con saber qué es ser responsables. Además, tenemos el deber de serlo. El problema, por tanto, no es el qué, sino el porqué, el cómo y el cuándo de la responsabilidad, y, sobre todo, ante quién o quiénes somos y debemos sentirnos responsables.

De modo que enseñar a comportarse así necesita de la ayuda de lo más personal de nosotros mismos. Precisa la responsabilidad ser educada como un sentimiento, además del principio ético y democrático que es. Si no se logra despertar la actitud responsable en el alumno, no se habrá conseguido mucho. Ya sé que eso es difícil en tiempos, como hoy, de emociones fuertes y sentimientos blandos: autoestima, empatía, y solidaridad al pronto pago o a corto plazo.

Pero el profesorado sabe o debe saber cómo hacerlo. Es decir, cómo enseñar el sentimiento de responsabilidad. Pues, como todo sentimiento, y a diferencia de las emociones, tiene unos componentes transmisibles y revisables por la vía de la atención, la reflexión, la imaginación... No me puedo extender aquí. Pero más importante todavía es el ejemplo que den los propios maestros y maestras en clase. Su competencia afectiva para enseñar algo tan esencial.

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