Enric Roca:“La ciencia te enseña que no hay verdades absolutas”
Los niños, niñas y jóvenes viven actualmente en un contexto social y económico difícil. ¿El sistema educativo actual puede darles herramientas para saber afrontar esta situación?
Los sistemas educativos siempre van desfasados en cuanto al contexto social, les cuesta reaccionar a la necesidades del momento. Por un lado, porque tienen una función reproductora: una cultura, roles que se quieren transmitir, etc. Pero hay que tener en cuenta que se está formando a los ciudadanos del futuro.
¿Y no se les está formando bien?
En las sociedades occidentales los cambios son muy acelerados y el desfase se hace muy evidente. A pesar de los cambios que se puedan introducir, el sistema educativo reproduce un modelo de curriculum y de organización que es muy similar al que teníamos hace un siglo.
Los tiempos de crisis lo que hacen es poner de relieve las contradicciones del sistema. No estamos dando a nuestros jóvenes lo que necesitan para salir al mercado laboral, por ejemplo. El sistema educativo está en crisis en todas partes, pero aquí tenemos un porcentaje de abandono escolar muy elevado de 18 a 24 años, el doble de lo que la UE nos señala.
¿A nivel de contenidos, qué carencias detecta?
El problema que tenemos es que en nuestro sistema, que pese a que últimamente abandera la autonomía de los centros, tenemos un currículum muy muy muy denso y que deja poco margen para el centro. El currículum es el tradicional. Cada novedad, cada necesidad social nueva a la que hay que dar respuesta solo hace que sobrecargarlo, llegando al punto de no trabajar con profundidad sobre nada.
Además, el currículum es igual para todos, y no tiene en cuenta la diversidad de centros que tenemos. Esta manía de homogeneizar todo hace que no tengamos margen para la innovación o a los proyectos diferenciados que darían respuestas a planteamientos pedagógicos distintos. Cuando ves países como Finlandia que tienen un currículum prescriptivo de solo el 30%, ¡te da envidia!
¿Y metodológicamente?
Teóricamente, los centros tienen autonomía de organización y por lo tanto de hacer metodologíasdiferentes. Pero otro conjunto de regulaciones, como los horarios y las asignaturas que todos debemos cumplir, hace que a nivel real todos sigan un mismo sistema. La plantilla de profesores va por especialidades, cada especialidad tienen otorgadas unas asignaturas y un determinado horario distribuido en cursos. Por edad cronológica, todos debemos hacer las mismas materias y conseguir los mismos objetivos, en un mismo espacio de tiempo. Esto hace que la metodología este super condicionada. Esto no significa que haya proyectos que tengan suficiente fuerza para poder romper con esto. Pero esto no es fácil hacerlo, sobretodo en las escuelas públicas.
Dentro del panorama que nos describe, ¿Hay margen para trabajar con los alumnos aspectos como el espíritu crítico?
La presión que recae sobre los alumnos para superar las evaluaciones, y más a partir de ahora con la introducción de las reválidas, hará que la prioridad en los centros sea que los alumnos adquieran los contenidos para superar estas pruebas. En este marco es difícil. El espíritu crítico necesita tiempo, libertad, variedad de contenidos, cultivar las propias opiniones, etc. Esto está a las antípodas de un currículum prescriptivo que aboga por un conocimiento único. No hay tiempo material para discutir contenidos porque lo que hay que hacer es adquirir conocimiento para después volcarlo en un examen.
El espíritu crítico se debe trabajar desde las primeras edades, con espacios para dialogar, para escuchar al otro, para contrastar, para tener ocasiones de ver realidades diferentes. La escuela debería estar abierta a la sociedad, compartir experiencias, ver el mundo. Tenemos un sistema que establece una única respuesta al contexto social y que no da margen a otras realidades posibles y válidas.
¿Cómo deberíamos fomentar el espíritu crítico desde las aulas?
Es un proceso largo y que requiere de confianza. No quita que se puedan tener referentes o líderes que orienten, pero siempre teniendo claro que en la vida es el individuo el que en sus opciones culturales, profesionales y vitales, debe escoger sus opciones de acuerdo a la capacidad de reconocimiento de distintas realidades. Este es el mecanismo más importante. Esto tiene mucho que ver con el acceso a la ciencia, porque la ciencia te enseña que no hay verdades absolutas y que todo se puede discutir. Es necesaria una formación muy humanística y social, ligada al entorno, que permita ver distintas opciones; y también una científica que permita establecer que todo en la vida es provisional hasta que no encuentres una respuesta mejor.
¿Trabajando estos ámbitos (el humanístico, el social y el científico) se puede abordar también la atención a la diversidad dentro de la escuela?
Sin duda, porque la diversidad precisamente lo que nos enseña es que no hay una sola manera de ver el mundo y de interpretarlo y que los talentos académicos son unos, pero también de tipo artístico, de tipo social. Lo que hoy en día llamamos inteligencias múltiples. El sistema educativo lo que debe hacer es abrir el reconocimiento de estos otros talentos, que no se han tenido en cuenta hasta ahora. Esto hará que el alumno se sienta valorado y en estima, a pesar de que no destaque en áreas clásicas como las matemáticas, la escritura, etc. Esto haría que cualquier ámbito en el que un niño pueda demostrar talento pudiera ser reconocido por la escuela y esto reforzará su autoestima personal y también social.
No por compartir una edad cronológica debemos llegar a los mismos estándares. Cada uno tiene su ritmo, sus procesos de maduración de concienciación, su propia biografía emocional. El sistema se tendría que flexibilizar, no rigiéndose exclusivamente por la edad.
¿Qué coordinación es necesaria entre escuela y familia para desarrollar estos aspectos de los que hablamos?
En un mundo ideal sería fantástico que la escuela estuviera muy relacionada con la familia y al revés. Si existe un proyecto común, las sinergias de unos y otros suman y el niño ve como la coherencia y comunicación entre familia y escuela refuerzan sus actitudes. El problema es que en aquellos alumnos en la que las familias están menos implicadas por las causas que sean, la escuela debe hacer un esfuerzo suplementario. Esto no significa que la escuela deba ser el único agente que compense las carencias, pero las escuelas se deben replantear cómo lo hacen. Este es el gran reto. Normalmente los alumnos que tienen más problemas en clase son los que tienen menos esfuerzo en casa. Si hubiera una buena política social se podrían plantear miles de posibilidades, como espacios extraescolares de deporte, educación artística, tiempo lúdico, etc. Si esto no se tiene en cuenta, la distancia entre unos alumnos y otros aumenta de forma desmesurada. La formación científica, humanística y social no te la da solo el horario escolar, te la da el entorno.
¿Qué papel juegan las TIC en el trabajo del espíritu crítico?
La escuela, de forma general, es reacia a incorporar cosas nuevas. Pero hay mucho profesores y muchos centros que se han lanzado a fondo. No hay que olvidar nunca que las TIC son herramientas, y que los resultados de utilizarlas pueden ser tan conservadores y “carcas” como cualquier otro.
¿Cómo sería un uso ideal?
Deberíamos desarrollar un software que personalice la formación, atendiendo a las diferencias de cada alumno, sus necesidades, intereses y desarrollo. Sería una herramienta muy útil para liberar a los profesores de horas de aprendizaje estándar, para que puedan dedicarse a la tutorización, al acompañamiento. Esto enriquecería mucho la educación y propiciaría además una comunidad de aprendizaje mucho más amplia y fuera de las paredes del propio centro. Esto se debe hacer con proyectos que den sentido al propio centro y que implique a más actores fuera de estos (las familias, el entorno…).