Augusto Cury: “El sistema educatiu està malalt i crea alumnes malalts”
El psiquiatra assegura al seu nou llibre "Hijos brillantes, alumnos fascinantes" que és necessari ensenyar als joves a protegir les seves emocions.
Augusto Cury: "El sistema educativo está enfermo y crea alumnos enfermos"
El psiquiatra asegura en su nuevo libro 'Hijos
brillantes, alumnos fascinantes' que es necesario enseñar a los jóvenes
a proteger sus emociones
Poner música ambiente en las aulas para desacelerar el pensamiento de
los alumnos o enseñar a los profesores a expresar en clase los rostros
del conocimiento, como sus propios desafíos o angustias, son algunos de
los métodos que pregona Augusto Cury en su nuevo libro Hijos brillantes, alumnos fascinantes.
Según el médico psiquiatra, la juventud se ha encerrado en sí misma, ha
perdido la ilusión y la capacidad de discusión, en algo que califica
como "una profunda crisis de la sociedad de la información, que no
forma pensadores, sino repetidores de ideas". Cury cree que el maestro
es uno de los profesionales más importantes en el mundo actual, aunque
dispara con bala hacia un sistema educativo que "no enseña a actuar
ante el fracaso y que no protege las emociones de los más jóvenes".
Según el psiquiatra no basta con utilizar técnicas pedagógicas, sino
que es necesario estimular algunas funciones de la inteligencia para
desarrollar la inventiva y la capacidad de pensar antes de razonar y de
proteger la emoción. Su diagnóstico no puede ser más fatalista, una
sociedad que sufre estrés y ansiedad crónicos, que genera alumnos e
hijos en continuo conflicto, con sus padres y profesores. Los cambios
que propone pueden parecer revolucionarios, pero no son ni complejos,
ni profundos. Según él, con 10 minutos a la semana, bastaría.
-Señor Cury, ¿usted se considera un vendedor de sueños?
-Sí,
porque la vida sin sueños es como una mañana sin rocíos, un jardín sin
flores o una mente sin construcción de ideas. Todo ser humano deber ser
un vendedor de sueños. Los sueños no son deseos, son proyectos de vida
que debemos controlar y que nos permiten abrir la ventana de la mente
para que seamos autores de nuestra propia historia.
-Suena
bien. De todas formas su libro no tiene un fondo tan optimista. En la
deserción inicial nos viene a decir algo así como que los jóvenes de
hoy en día lo quieren todo rápido y fácil, y no luchan por sus ideales.
¿Dónde está la luz del final del túnel?
-Pienso que hemos
querido proteger a nuestros hijos con una vida fácil, rápida, dándoles
todo al momento y privándolos de la capacidad de cuestionar, de no
conformarse con el sistema. Los jóvenes de hoy no se contraponen al
sistema porque han sido contaminados con el veneno del consumismo. Son
consumidores de productos de servicios, no consumidores de ideas.
Tenemos que estimular las funciones básicas de su inteligencia en un
doble ámbito: el teatro de nuestra casa y en el teatro de las aulas.
Así lograremos rescatar el placer por vivir, la conciencia crítica, el
pensamiento imaginativo y estos jóvenes se tornarán pensadores y no
repetidores de ideas.
-¿En qué momento educativo nos perdimos? Hemos pasado de la disciplina a la sobreprotección en pocas generaciones….
-En
muchos puntos importantes. Es una sociedad que lo quiere todo rápido y
pronto, es un fast food intelectual y emocional. En segundo lugar hay
un exceso de información en la sociedad moderna, especialmente
provinente de televisión y de internet. Esa información es registrada
en el córtex cerebral estimulando la virtud de la memoria y la
construcción del pensamiento a una velocidad nunca antes vista. Esto ha
provocado una ansiedad colectiva y consecuentemente, una insatisfacción
continua hacia la industria del entretenimiento. Otro punto importante
es la manera cómo los profesores transmiten las informaciones en las
aulas. No estimulan el arte de la duda, solo transmiten las
informaciones sin expresar el rostro del conocimiento. De esta forma
los alumnos se convierten en una platea de espectadores pasivos, tanto
los niños, como los adolescentes o los universitarios.
-Interpreto que el problema no es del profesor en sí, sino del sistema educativo actual.
-Sí.
Los profesores son los profesionales más importantes de la sociedad,
pero el sistema educativo está enfermo y produce persones enfermas que
no desarrollan las funciones más importantes de la inteligencia.
-Los
profesores le dirán que cada vez tienen más alumnos, las aulas están
saturadas, deben hacer más horas, el calendario escolar no para de
crecer ¿Qué pasaría hoy en día si un profesor acude a su director para
pedirle poner música clásica de fondo o redistribuir sus alumnos en
semicírculo y no en filas como sucede en su libro?
-Ahí hay
un problema muy serio, tienes razón. Los profesores participan de un
sistema de arriba para abajo que les controla. Tiene que seguir todo un
sistema engrasado. Está claro que debería haber un número menor de
alumnos por aula, y un currículum escolar más flexible para
individualizar a los alumnos.
-Sí, pero
el profesor no sólo no ha ganado esa libertad que usted pide sino que
ha perdido autoridad, muchas veces por parte de las familias de los
propios alumnos. ¿Cómo se puede luchar contra eso?
-Hay una
crisis generalizada en todos los sistemas, y es cierto que ellos están
perdiendo autoridad. Para ello no sirve de nada hacer una ley, es como
hacer una ley para que los jóvenes no tomen drogas. Los profesores
deberían ser entrenados para encantar a los alumnos, para poder
teatralizar las clases y utilizar una tonalidad de voz que no sea
monótona. Eso significa gastar entre 5 o 10 minutos por semana para
hacer una pausa. No dar clases de física o de matemáticas, sino contar
algún periodo de su vida para estimular los registros privilegiados en
el inconsciente de los alumnos.
-¿Qué propone?
-Que
hablen de los días más difíciles de su vida, los momentos de crisis
como pérdidas personales o frustraciones. Es fundamental. Todos los
profesores que de alguna forma nos marcaron son personas que
transmitieron sensibilidad y fueron humanizados. Si gastan este tiempo
hablando de sus historias podrán ayudar a los alumnos a entender que la
vida es como una pieza teatral existencial, hay risas y llantos,
lágrimas y aplausos, fracasos y éxitos…
-Nos
han entrenado para el aplauso, no para el llanto ni para el fracaso. El
resultado es de sobras conocido por su colectivo, se están llenando las
consultas de los psiquiatras con ansiedades y frustraciones. Para mal
de la sociedad. Está claro.
-Efectivamente, porque como
bien dices no nos han entrenado para el fracaso. Nosotros estamos cada
vez más alertados. El 20% de los adolescentes están desarrollando
depresión, y eso en el pasado era algo muy raro. Hoy es cada vez más
común y se manifiesta con agresividad o insociabilidad. Los padres y
los profesores no consiguen en muchos casos percibir los síntomas y eso
se agrava. La sociedad moderna vive una situación de estrés y de
insatisfacción crónica. Somos máquinas de trabajar y de estudiar, y no
seres humanos que desarrollamos el arte de la observación, la
interiorización, el trabajo de los fracasos y frustraciones…
-En
su libro, el profesor Romanov lloran ante sus alumnos. Los alumnos
lloran ante sus padres, y los padres delante de sus hijos. Eso en la
sociedad actual se da más bien poco…
-Eso es otro problema
serio, vivimos en una sociedad donde maquillamos nuestros
comportamientos, tenemos que ser superhéroes, personas que no pueden
cometer errores o fracasar. Esta sociedad moderna está pasando por una
crisis sin precedentes, y la primera cosa que debemos lograr es aceptar
nuestras propias dificultades, reconocer nuestras miserias, para poder
rescribir nuestra historia y superar nuestras crisis. No hacerlo, lleva
a los jóvenes a esconder sus conflictos, y muchos son los que canalizan
estos conflictos para tomar drogas o alcohol y desarrollar enfermedades
psicosomáticas como depresiones o ideas de suicidio. El suicidio está
aumentando en todo el mundo, 450.000 personas se suicidan al año en
todo el mundo. Es muy grave.
-Y eso genera también frustración en los padres.
-Sí,
es evidente. Además, la superprotección de los hijos no genera
capacidad creativa o capacidad de enfrentamiento con el dolor o
dificultades imprevisibles. Por eso nosotros estamos recomendando
cambiar y hacer una cirugía en las relaciones entre padres e hijos,
profesores y alumnos. Los educadores deben hablar sobre sus lágrimas
para que los adolescentes aprendan a llorar las suyas. También deben
hablar sobre sus fracasos para conquistar a los adolescentes.
-¿Somos la generación que menos conocemos a nuestros padres?
-Sí,
es verdad, parece una paradoja pero es así. Somos la generación que más
conversa sobre cosas exteriores pero no sobre las áreas más íntimas de
nuestra personalidad. Los padres gritan para que sus hijos les
respeten. Para que haya respeto tiene que haber liberación, y para que
haya liberación tiene que haber conocimiento. Como no hay ninguna de
las dos cosas los padres gritan para ser un poquito escuchados.
-¿Qué impulsa un niño a pegar a sus padres?
-El
exceso de información produce lo que yo llamo síndrome del pensamiento
acelerado. Este síndrome roba energía del córtex cerebral y causa
algunas consecuencias que han sido la base de la violencia en todo el
mundo. Por ejemplo, la irritabilidad, la insatisfacción crónica, la
fluctuación emocional, dificultad para colocarse en el lugar de los
demás, dificultad para proteger las emociones. Este cuadro lleva a los
jóvenes a estar a un estado de ansiedad extrema que choca con sus
padres. Son síntomas de una sociedad enferma.
-¿Que
más tiene que pasar, y sin entrar en dramatizaciones, para que nos
demos cuenta de que si no cambia la calidad del sistema educativo
actual, se seguirán llenando las consultas médicas?
-Pienso
que una de las cosas más importantes es que aprendamos a estimular a
los jóvenes a proteger la emoción. Hay que entrenarlos para que
disminuyan las expectativas puestas en los demás, cuanto más retorno
esperamos, más frustraciones tenemos. Las personas próximas son las que
más nos decepcionan, y más daños pueden causarnos. Hay que aprender que
detrás de una persona que hiere, hay una persona herida. Nunca hay que
exigirnos más a nosotros mismos, las peores personas son las que se
convierten en verdugos de si mismas. También hay que aprender a
contemplar lo bello y a hacer de las pequeñas cosas un espectáculo para
nuestros ojos. La emoción es la más democrática de todas las funciones
psíquicas.